Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1887 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 18 de mayo de 1887
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Cánovas del Castillo
Número y páginas del Diario de Sesiones: 93, 2672-2674
Tema: Banquetes militares que han tenido lugar en Madrid con motivo del aniversario del natalicio de S.M. el Rey Don Alfonso XIII por jefes y oficiales del ejército

Ya ve el Congreso cómo de una pregunta al parecer sencilla, ha surgido una discusión verdaderamente grave e importante; pero no ha de seguir el Gobierno en esta discusión a los oradores que le han precedido en el uso de la palabra, porque las cosas importantes y de trascendencia cono ésta, deben venir en sazón, y en sazón vendrá, y entonces discutiremos como debe discutirse, porque no conviene que ciertos asuntos se inicien así, como de soslayo, y por medio de un incidente parlamentario. En este sentido, yo voy a limitarme a contestar al Sr. Cánovas del Castillo, en muy pocas palabras, sólo respecto a las principales ideas que ha emitido en el discurso que acaba de pronunciar, elocuente, como todos los suyos.

El Gobierno está de acuerdo con el ilustre jefe del partido conservador en que, ante todo, deben cumplirse [2672] los preceptos constitucionales, y uno de estos nos obliga a comenzar al momento la discusión de los presupuestos, mucho más, cuando los actuales no fueron discutidos el año pasado, a fin de que estén aprobados para el día 1º de julio; y al efecto, el Gobierno ha hecho y está dispuesto a hacer todo lo posible para que así suceda. Si no se ha presentado ya el dictamen, no ha sido verdaderamente por culpa del Gobierno, ni en realidad por culpa de nadie. Hace dos meses y medio que se presentaron al Congreso; pero la Comisión, en cumplimiento de su deber, ha querido estudiarlos detenidamente y los ha discutido con todo aquel espacio que ha creído necesario a los intereses generales del país, por lo mismo que les da la importancia que debe tener una ley de presupuestos, como se la ha reconocido también el propio Sr. Cánovas del Castillo.

Pues bien; como el tiempo está tan avanzado, claro es que si la discusión de los presupuestos se detuviera, podría llegar el 1º de julio sin que estuviesen discutidos. Además, hay otra consideración que debe tener en cuenta el Congreso, como la tiene también el Gobierno, y es la de que resulta necesario conceder tiempo bastante al Senado para que discuta esta ley tan importante con aquel detenimiento que es propio de los Cuerpos Colegisladores.

En ese concepto, y en esta idea está de acuerdo el Gobierno con el Sr. Cánovas del Castillo. Pero no lo está con el pensamiento de retrasar la discusión de las reformas militares, y no lo está por lo mismo que ha resultado de esta discusión.

El Gobierno, en uso de su derecho y en cumplimiento de su deber, presentó unas reformas militares, buenas o malas; el Gobierno cree que son buenas, y por esto las ha presentado; pero, al fin y al cabo, necesarias, porque ya hace tiempo que se vienen reclamando por la opinión pública y por el ejército.

Todavía el Gobierno hubiera tenido calma para la discusión de estas reformas, si hubiese habido también esa misma clama en todos los demás para esperar la discusión; pero cuando se supone, cuando se aparenta creer y se hace atmósfera para que lo crean los demás, que con estas reformas se vienen a crear antagonismos que no sólo no quiere procurar el Gobierno, sino que, por el contrario, de lo que trata es de acabar con todo germen de antagonismo, de armonizar los diferentes institutos del ejército, considerándolos tan indispensables al ejército como los distintos miembros al cuerpo humano, sin que haya diferencia entre unos y otros, porque todos son igualmente necesarios, entiende el Gobierno que no puede detener una discusión, en la cual espera se ha de demostrar que, lejos de venir a establecer las reformas militares rivalidad y oposición entre los diferentes institutos del ejército, resultará de ellas la más perfecta armonía.

¿Pero es que esto no resulta? Pues en el debate se verá; y para eso trae los proyectos el Gobierno, y ha dado amplísimo espacio para su examen en la Comisión, y dará todo el que sea preciso. Vendrá aquí después, y vosotros los discutiréis con aquel cuidado que exigen unas reformas, que no sólo son militares, sino que son también sociales; y todo aquello en que se demuestre que puede resultar antagonismo alguno entre las respectivas armas del ejército, el Gobierno ¿cómo lo ha de consentir? ¿Cómo lo ha de tolerar, si quiere precisamente lo contrario? El Gobierno aspira a dar satisfacción a la opinión pública, y a dar satisfacción también a las necesidades del ejército; y no ha de hacerlo de una manera tal, que cuando quiere beneficiar al ejército y dar satisfacción a la opinión, venga a hacer lo contrario de aquello mismo que pretende. No, el Gobierno ha dado tal importancia a estas reformas, que no las considera, en manera alguna, como reformas de partido, porque no quiere que la ley del ejército sea una ley de partido, sino una ley nacional, puesto que el ejército es de la Patria y no de ningún partido; y en este concepto, desde que presentó las reformas, ha querido que se discutan ampliamente en todas las esferas en que la discusión pueda establecerse; y lo mismo en la prensa que le pueda ser adicta, que en la que le sea adversa, ha deseado también que las reformas militares sean examinadas con entera libertad, porque el Gobierno quiere que se haga luz en asunto tan importante, no para el partido que actualmente ejerce el Poder, sino para la Nación y para el porvenir de nuestra Patria.

En este supuesto, habrá podido no hacer aquellas indicaciones a que tiene derecho, sin duda, todo Gobierno, a la prensa que le es adicta, pero siempre con la mira de que las reformas militares sean ampliamente discutidas como lo serán en el Parlamento. Y claro está, lo repito una vez más, que en todo aquello que se demuestre que puede producir incompatibilidad o antagonismo entre unas u otras armas, el Gobierno lo corregirá con el mayor agrado, admitiendo, en cambio, lo que más derechamente conduzca a la armonía indispensable entre los diversos institutos del ejército español. Estas son, en resumen, las razones porque creo que satisfecha la necesidad apremiante y urgente de la discusión de los presupuestos, debe venir la de las reformas militares, aunque no sea más que para destruir el mal efecto que han podido causar, sin intención quizá, ciertas palabras emitidas fuera de aquí y algunas que aquí ha podido pronunciarse, porque en manera alguna quiere el Gobierno dejar pendiente una reforma de la cual puede hacerse creer que resultarán antagonismos entre los diferentes institutos del ejército. No; venga la discusión, y venga con toda la amplitud que deseen los Sres. Diputados, lo mismo los de un lado que los de otro de la Cámara, y hágase luz, que a todos nos conviene hacerla en una reforma tan trascendental.

Por lo demás, Sres. Diputados, aquí se ha hablado de manifestaciones, y yo siento que se haya tratado de esto, porque yo no creo que se hayan hecho ni puedan hacerse manifestaciones, por ninguna parte del ejército español. Si ha habido manifestaciones para celebrar, por ejemplo, el cumpleaños de S. M. el Rey, y alguien ha creído que podían tener otro objeto o envolver otra intención, yo debo asegurar que no lo he visto así, ni por lo que en esas pequeñas reuniones haya podido suceder, ni por las consecuencias que deban aquellas producir; y en último término, debo declarar también que, si hubieran tenido otro carácter, el Gobierno no las hubiera tolerado. Cuando se han celebrado de la manera prudente que se ha visto; cuando sólo se han reunido algunos oficiales, hasta vestidos de paisano, con objeto de conmemorar los días de S. M. el Rey, costumbre que se sigue en otros países, en los cuales no se prohíben estas reuniones, [2673] no había motivo, mientras aquellas no tomaran otro carácter, para adoptar resolución alguna.

El Gobierno está seguro de que ninguna parte del ejército español, de que ninguno de los institutos que dignamente lo constituyen, ha de hacer manifestación alguna ni a favor ni en contra de las reformas militares que el Gobierno tiene presentadas. Al Gobierno le toca poner aquello que cree necesario para los intereses de la Patria; a las Cortes discutirlo con toda la amplitud que consideren oportuna, y al ejército y a la fuerza pública presenciar impasible la discusión; y, en último resultado, acatar y defender lo que las Cortes con el Rey acuerden. (Muy bien). No cree el Gobierno que haga otra cosa nadie que al ejército español pertenezca; pero si otra cosa en contrario se hiciera, el Gobierno cumpliría resueltamente con su deber.

Yo no he de hacerme cargo de otras indicaciones, que me parece que no son oportunas en este día y en esta ocasión, que ha apuntado el Sr. Cánovas del Castillo. Su señoría califica de indulgencia lo que el Gobierno llama justicia, y S.S. cree peligros y ciertas perturbaciones, y el Gobierno entiende precisamente lo contrario, que la conducta del Gobierno aleja los peligros y las perturbaciones, y desarma estos mismos peligros. Yo desearía que el Sr. Cánovas del Castillo, en lugar de condenar la conducta prudente y generosa del Gobierno, en cuanto no lo impidan los deberes a que está obligado por las exigencias de su puesto, procurase imitarla cuando tenga la suerte o la desgracia de heredar al partido liberal en el poder (El Sr. Sánchez Campomanes pide la palabra); porque si no, los hechos vendrán a demostrar a S.S., que otras conductas, no la conducta que el Gobierno actual sigue, son las que acumulan las tempestades que descargan, Dios sabe cuándo y dónde. (Aprobación).

He pasado por alto, Sres. Diputados, algunas otras indicaciones que aquí se han hecho sobre la suspensión de la ceremonia que ayer debió tener lugar con motivo del cumpleaños de S. M. el Rey. Nadie lo lamenta más que el Gobierno; pero sobre esto no tengo que decir nada más, sino que los Reyes, como los demás mortales, están sujetos a las miserias de la humana naturaleza, y que la Reina, desgraciadamente, se puso enferma y no pudo venir a verificar la recepción. Y ante esto, no hay más que resignarse. Hacer otras suposiciones no está bien en este sitio; bueno es que sirvan de pasto a las conversaciones de cafés, o a los rumores de los corrillos de las calles o de las plazas públicas; pero en el Parlamento, dudar de que S. M. la Reina ha sufrido una indisposición, afortunadamente leve, pero que no le ha permitido venir a Madrid, eso no se puede hacer desde el banco del Diputado. Tampoco tengo noticia de que ayer se pensara por nadie en hacer otras manifestaciones que aquellas que revelaran acatamiento, adhesión y entusiasmo por la Reina Regente y por su augusto Hijo el Rey de España, y a esa claro está que no había de temerlas el Gobierno; y precisamente, primero por la salud de S. M. la Reina, y después, porque no ha habido ocasión de que ese entusiasmo se manifieste, es por lo que el Gobierno siente grandemente que la ceremonia no haya tenido lugar, porque si se hubiera verificado, ya hubieran visto los Sres. Diputados cómo no hubiera habido más manifestaciones que aquellas que corresponden a un país eminentemente monárquico, y que sabe agradecer los bienes inmensos que le está dispensando la Monarquía, representada hoy por la Reina Regente, cada día más digna del cariño y del aprecio de los españoles, y del respeto de todo el mundo. (Aprobación). [2674]



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